Pobladores venden ropa en una carretera el 15 de abril de 2023. Foto: EFE.
Laia Mataix Gómez. Casa Roja (Colombia), 18 abr (EFE).- El Estado Mayor Central (EMC), la principal disidencia de lo que un día fue la guerrilla de las FARC, quería y logró montar una exhibición de fuerza en la que quedara claro que tiene músculo social de cara a las negociaciones de paz con el Gobierno.
Para eso, en un lugar remoto del departamento del Caquetá, cerca de San Vicente del Caguán, se organizó el pasado fin de semana un macroevento en el que anunciaron que se sentarán a la mesa con el Gobierno el próximo 16 de mayo.
Y su poder de convocatoria, comprado o no, se demostró no solo en la cantidad de campesinos, indígenas y afros que movilizó, sino en la capacidad de improvisar una ciudad con casi todos los servicios.
En carros y furgonetas convertidos en almacenes de ropa, alineados a ambos lados del camino principal, se podía encontrar desde camisetas de equipos de fútbol europeos hasta cobijas, pero también electrónica, como audífonos, o artículos del hogar, como cojines. Un pseudo centro comercial rodante vigilado por guerrilleros y sus fusiles.
Entrada la noche uno podía pasar por la improvisada barbería que una mujer y su esposo instalaron frente a la emblemática Casa Roja, que algún día fue refugio para los históricos líderes insurgentes. Con la linterna del móvil con la que la alumbraba el esposo, la mujer ponía una capa a los clientes y rasuraba su cabeza al gusto.
A unos pasos de la barbería, después de quedar «peluqueado», uno podía acercarse a la pizzería, donde un señor preparaba pizzas en un horno portátil.
BAJO LA MIRADA DE LA GUERRILLA
La ciudad improvisada en medio de los inhóspitos llanos del Yarí tenía unos custodios constantes: los guerrilleros del EMC caminaban y patrullaban las arterias de este asentamiento, del que se les notaba dueños y señores.
Sorprendía, además, la complicidad e incluso cercanía de los disidentes con los que llegaron en chivas y camionetas, todas aparcadas en un parqueadero improvisado.
Entre niños y fusiles, las familias de campesinos e indígenas pasaron tres días en una especie de cotidianidad transitoria marcada por los asados en comunidad y las noches bajo los toldos y lluvia.
Los guerrilleros y comandantes, por su parte, paseaban cómodos por las inmediaciones, los unos con joyas fastuosas y los otros con uniformes militares al más puro estilo del Che, hablando con los asistentes y sin reparos a acercarse a la prensa. Hacía años no se celebraba un encuentro público de este calibre, pero la guerrilla estaba como pez en el agua al saberse en casa.
INFRAESTRUCTURA
Para el evento no se escatimaron recursos: una tarima amplia, una carpa para prensa con acceso a internet y una banda en vivo para animar las noches de rumba.
En el acto en sí, rodeado de carteles propagandísticos de la guerrilla, con comandantes o mensajes revolucionarios, el máximo líder del Estado Mayor Central, Néstor Gregorio Vera Fernández, alias «Iván Mordisco», asistió a un show de rap protagonizado por unos jóvenes del departamento del Guaviare.
También escuchó las intervenciones de campesinos, indígenas y negros que le pidieron, a la guerrilla y al Gobierno, tener un lugar en la mesa de diálogo.
Todo este vistoso y curioso despliegue sirvió de contexto para anunciar la voluntad de paz del Estado Mayor Central y demostrar la fuerza de convocatoria que tiene, en una especie de recordatorio al Gobierno.
Y así como fue erigida, la ciudad fue desmontada en cuestión de horas y con ella se llevó un «show» que agotó entradas. EFE
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