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Debemos evitar la tormenta perfecta

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Víctor G. Ricardo

Analista político, excomisionado de Paz

La situación que hemos vivido en los últimos días es seguramente la más grave que ha enfrentado Colombia en este siglo y en más de 75 años. La misma es fruto de la unión de distintas insatisfacciones y del aprovechamiento que algunos han hecho del momento.

Por un lado, vemos cómo se han unido los promotores del paro, los estudiantes, los indígenas, los transportadores, los desempleados, los perjudicados por la pandemia, los inconformes, los inmigrantes venezolanos, la oposición y, en términos generales, todo aquel que considera tener una necesidad no resuelta. Y, por otro lado, vemos como ciertos grupos han aprovechado el momento de insatisfacción social, política y económica para perseguir fines ilícitos, de desestabilización y de afectación del orden público. Dentro de este grupo se visualizan narcotraficantes, delincuentes comunes, movimientos anarquistas nacionales e internacionales, fuerzas de la guerrilla del ELN, algunas disidencias de las FARC y milicias, por mencionar solo algunos.

En otras palabras, ha sido la mezcla de todo lo que ha producido que se presentara lo que ya no es solo una crisis para el Gobierno, sino también una verdadera crisis en la sociedad, que pone en riesgo la institucionalidad, la democracia, la economía, nuestra imagen y nuestra visión como nación.

Aquellos que ya estaban saliendo de la crisis ocasionada por la pandemia han caído nuevamente en cuidados intensivos como consecuencia de los bloqueos y la acción de los vándalos que tanto daño han hecho, en diferentes lugares del país, a los sistemas de transporte, entidades públicas y bienes privados.

Si se hiciera un inventario exacto de los daños causados en el país, estoy seguro de que reflejaría una cifra superior a la que hubiera salido de cualquier reforma tributaria planteada. Y ¿qué decir del daño a la imagen y al relacionamiento internacional que ha producido la acción de ciertos grupos políticos ante los organismos multilaterales y la comunidad internacional que hacen pasar al Estado como un asesino de manifestantes o promotor de desapariciones? Ahora bien, los agentes del Estado que hayan cometido excesos y actos repudiables deben ser investigados y duramente castigados por los entes respectivos.

Es el momento de unirnos todos para que no se siga acabando con el desarrollo que con tanto esfuerzo había alcanzado nuestro país, pues de lo contrario, ya veremos las consecuencias que vendrán, y la situación económica y fiscal que vamos a padecer. Tenemos que dejar las posiciones personalistas y egoístas, tanto partidistas como sectoriales, para lograr establecer una fuerza compacta que nos saque del atolladero en el que nos encontramos.

Independientemente de las diferencias, debemos rodear al presidente de la República y a nuestras instituciones. Llegó el momento de unirnos para poder dejarles un país a nuestros hijos, en el cual imperen las libertades dentro del orden y del estado de derecho, que es la base fundamental de la democracia.

Resolver una mezcla de todo requiere de la unión de todos, y si bien estamos frente a lo que se conoce como una tormenta perfecta, está en nuestras manos, en la unión de todas nuestras manos, evitar que se materialice esta tormenta perfecta.

“Llegó el momento de que los dirigentes políticos que tienen una máxima responsabilidad en este momento sean conscientes de que, en lugar de trabajar por sus intereses personales, deben utilizar sus capacidades de líderes para ayudar a buscar soluciones”.

Llegó el momento de que los dirigentes políticos que tienen una máxima responsabilidad en este momento sean conscientes de que, en lugar de trabajar por sus intereses personales, deben utilizar sus capacidades de líderes para ayudar a buscar soluciones y, sobre todo, garantizar que las expresiones de inconformidad o protesta no se hagan con violencia y no permitan que quienes buscan la anarquía logren su objetivo. Así como tienen la capacidad de convocar a sus seguidores, también deberían garantizar que si son infiltrados por anarquistas, ellos mismos se encargarán de expulsarlos.

Frente a la pobreza en la que nos dejó la pandemia, acompañada de un porcentaje muy alto de nuestra población que no cuenta con posibilidades de trabajo y, por lo tanto, de acceso a una vida digna, debemos de inmediato establecer políticas públicas que permitan fomentar el empleo especialmente en los jóvenes, a fin de acercarlos a una nueva vida con posibilidades, lo cual implica trabajar en un nuevo contrato social que debe ser compromiso de nuestro líderes, empresarios y sociedad como un todo.

Hoy necesitamos dar un paso adelante en las soluciones y no seguir en el camino del caos y el anarquismo, pues esto último lo único que trae es alejarnos de nuestras posibilidades. Los bloqueos, los destrozos a los sistemas de transporte, el incendio de muchos puestos de policía y de distintos bienes, tanto públicos como privados, son inaceptables y representan un atentado a lo que ya habíamos conseguido.

Yo quisiera proponer que, como sociedad, nos pusiéramos de acuerdo en un plan a 20 años, que permita con visión de corto, mediano y largo plazo, planificar el desarrollo sostenible de nuestra nación, garantizando, por un lado, la priorización y solución de las necesidades sociales y, por otro, los recursos suficientes para atender con responsabilidad este gran pacto social.

Llegó el momento de dejar de pensar en planes de gobierno para cuatrienios y de desarrollar verdaderas políticas de Estado, bajo un gran acuerdo nacional que, sin desconocer los énfasis naturales de cada gobierno, permita contar con una agenda estructural en la que todos nos comprometamos a resolver de raíz los temas fundamentales que requiere nuestra sociedad.