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Pablo Trujillo Simón Bolívar

¿Qué pensaría Bolívar? (II)

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En abril, inauguré esta serie de columnas sobre el pensamiento de Bolívar en la revista Alternativa, rastreando los orígenes y características del mito del Bolívar radical.

Gran parte de la extrema izquierda latinoamericana, incluyendo a los regímenes de Cuba y Venezuela así como el actual presidente de Colombia, busca legitimarse con la imagen de un libertador proto-socialista, enemigo del estado de derecho, del mundo anglosajón y del republicanismo liberal que ha caracterizado los últimos dos siglos de nuestra vida nacional. A continuación, demostraré que esta interpretación es totalmente contraria a la evidencia histórica sobre la vida y obra de Bolívar, sostenible únicamente a partir de la mentira o la ignorancia.

La visión de Bolívar sobre el futuro al que debíamos aspirar como región — su sentido del fin de la historia — conservaba todos los rasgos del liberalismo del siglo diecinueve, lejos de cualquier visión marxista o radicalmente igualitaria típica del siglo veinte.

En el ámbito económico, Bolívar vislumbraba un mundo donde el comercio y la agricultura podían prosperar sin ser obstaculizados por monopolios estatales y restricciones comerciales. Abogaba por una América abierta a la inversión extranjera, por lo que en una carta de 1815 dirigida a un empresario inglés, propuso que al gobierno británico se le otorgaran generosas concesiones en Panamá y Nicaragua para construir canales interoceánicos y lucrarse de ellos. Siendo heredero intelectual de John Locke y otros filósofos de la ilustración europea, Bolívar creía que el rol del gobierno era proteger la igualdad legal para garantizar la libertad, no igualar las condiciones materiales de los ciudadanos a expensas de la libertad económica.

La Cuba castrista de los años setenta, un estado autocrático, centralmente planificado, y caracterizado por la violación arbitraria de los derechos de los ciudadanos, habría sido en su época lo más lejano a la visión bolivariana de un futuro deseable para Hispanoamérica; hoy compite, paradójicamente, con la mal llamada República “Bolivariana” de Venezuela.

Por otro lado, en la medida en que el bolivarianismo se distinguía de otras corrientes liberales de su época, fue porque Bolívar favoreció soluciones paternalistas, a veces contrarrevolucionarias, para los males de Hispanoamérica; nunca abogó por soluciones más populistas que las defendidas por la mayoría de sus contemporáneos.

En la Convención de Ocaña de 1828, insistió en la necesidad de un poder ejecutivo fuerte para la Gran Colombia, no para superar los límites del “manido respeto por las leyes” de Santander, como sostienen los académicos comunistas cubanos, sino para proteger al estado de derecho contra “la invasión exterior” y los “conatos sediciosos.” Dos años antes de la disolución de la Gran Colombia, la prioridad explícita de Bolívar no era fomentar el conflicto de clases, sino restaurar el orden y la unidad nacional. Su principal preocupación económica no era la distribución desigual de los recursos sino la amenaza que representaba la inestabilidad crónica para la regularización del comercio exterior.

Finalmente, debemos desmentir la noción de un Bolívar profundamente anti-estadounidense, que desde su gran sabiduría anticipó el surgimiento de los Estados Unidos como una maligna potencia imperial. Lo cierto es que a lo largo de su vida, Bolívar expresó profunda admiración hacia los Estados Unidos, tanto por el civismo de sus habitantes como por las virtudes de su sistema político. Aunque criticó al coloso del norte en ciertas ocasiones, según el historiador argentino Carlos Malamud, estas críticas se concentran en una serie de citas dispersas, casi siempre ubicadas dentro de su correspondencia privada y despojadas de contexto relevante.

Por ejemplo, frecuentemente se le atribuye a Bolívar la noción de que “los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad.” La extrema izquierda difunde esta cita fuera de contexto para dar a entender que Bolívar veía en los Estados Unidos una amenaza hipócrita a la plena emancipación del continente.

Una lectura básica de la fuente original desmiente por completo esta noción. Escribiéndole a un ciudadano inglés en 1829, el Libertador determinó que Colombia no estaba preparada para el gobierno republicano, declarando que sería ideal el establecimiento de una monarquía en nuestro país. Sin embargo, lamentó que tal solución sería imposible, en gran parte por la oposición de las demás repúblicas del hemisferio. Es en este contexto que Bolívar mencionó a “todos los nuevos estados americanos,” así como a “los Estados Unidos, que parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la Libertad.”

Siendo así, ninguna de las inferencias que genera la propaganda socialista se pueden justificar a partir del texto completo. La posible oposición de los Estados Unidos al establecimiento de una monarquía colombiana reflejaría una defensa genuina de la libertad, no una actitud hipócrita. Además, la mención de los Estados Unidos en conjunto con “los nuevos estados americanos” demuestra que Bolívar no veía en Estados Unidos intereses radicalmente distintos a los de nuestras hermanas repúblicas. Finalmente, queda claro que en la medida en que este Bolívar desilusionado expresó resentimiento hacia los Estados Unidos, fue por sus actitudes contrarrevolucionarias, contrarias a las de una potencia del norte obstinadamente comprometida con lo que Bolívar consideraba un liberalismo excesivamente progresista.

Es profundamente irónico, entonces, que Castro, Chávez y sus descendientes políticos hayan difundido para sus fines este fragmento de un documento monarquista.

Tan grande y difundida ha sido la mentira del Bolívar socialista, totalmente carente de respaldo en la evidencia histórica, que no nos ha permitido internalizar a fondo el legado intelectual del verdadero Bolívar. Humildemente contribuiré a esta enorme tarea en la tercera edición de esta serie.