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César Álvarez César Álvarez Opinión

Petrombia y el Gobierno del ICETEX

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Petrombia y el Gobierno del ICETEX

Para conciertos pro-palestina, sí hay.
Para los masajes de la primera dama, también.
Para carrotanques, ni se diga.
Para la Embajada de Armandito, por supuesto.
Para subsidiar a criminales con tal de que no maten, sin duda alguna.
Para viajar en helicóptero, aprender suajili y producir documentales, plata es lo que hay.
Pero para la educación de los jóvenes, ah no, para eso no.

¡Hágame el favor!
¿En manos de quién está la educación de nuestros jóvenes?
La pregunta es retórica. Desde hace más de dos años, sabemos que ni gobiernan ni administran. Pero lo que no sabíamos era que este era el gobierno del ICETEX:

Incompetente.
Corrupto.
Egoísta.
Tiránico.
Embaucador.
Xenodidáctico.

Como si no fuera suficiente el descaro de lo que le han hecho a 220,000 estudiantes, ahora quieren crear el “Banco del Saber”. ¿Para qué? ¿Para quebrarlo también? Este gobierno no sabe de bancos. Sabe como quebrar la banca. Y dejar en bancarrota el futuro de los que quieren saber.

Para el Ministro Rojas, el ICETEX es cuestión de carcajadas. Lo risible es pensar que sus “competencias” lo podrían llevar algún día a dirigir la NASA. Lo paradójico es que, incluso si llegara, seguramente también acabaría con ella. No solo ha descuidado al ICETEX, sino que ha destrozado cualquier atisbo de confianza en las instituciones educativas.

Lavarse las manos, como lo hizo el Ministro Bonilla, no es menos indignante. Decirles a cientos de miles de padres que “la culpa no es de él porque el Ministerio de Educación, y no el de Hacienda, fue el que repartió la plata” y que, por ende, “para el ICETEX no alcanzó”, es una muestra de indolencia absoluta.

Lo del ICETEX es el espejo perfecto de la baja estatura moral que caracteriza a este gobierno. Mientras los ministros se tiran la pelota y juegan con la educación superior, el presidente está ocupado en otras prioridades: ganarle el aplausómetro a Milei en la cumbre del G20, gestionar el indulto de Simón Trinidad y mantener contento, y callado, a Benedetti.

¿Qué pensaría Simón Bolívar de este gobierno?
El mismo Bolívar que dijo: “Un pueblo educado es un pueblo libre.” Un líder que entendió que la educación es el arma más poderosa para transformar una nación. Quizá, de estar vivo, diría algo así: “Tanta diligencia por reclamar mi espada y tanta desidia por educar al pueblo por el que tanto luché con ella.”

El cinismo de este gobierno es un insulto a su memoria y a la de millones de colombianos que creen en la educación como el camino hacia la libertad. Cada peso desviado de la educación es una traición a los ideales que nos forjaron como nación. Y mientras las prioridades sigan siendo espectáculos, viajes innecesarios y populismo vacío, el futuro de nuestros jóvenes quedará hipotecado.

La educación no puede ser un lujo ni un capricho político. Es un derecho. Pero este gobierno parece verla como un gasto inconveniente, algo que puede posponerse. Los estudiantes no son cifras ni estadísticas: son el futuro de Colombia. Cada día que pasa sin soluciones reales para el ICETEX y la educación superior, es un día más perdido en la lucha por un país verdaderamente libre, justo y educado.

De seguir así, no será la espada de Bolívar lo que termine en la Casa de Nariño, sino la lápida de las oportunidades de toda una generación.

Este gobierno ha dejado a los jóvenes con las manos atadas, la mente en blanco, el corazón en la mano, los labios fruncidos, cabizbajos y esperando un milagro. Porque, sin educación, ¿qué presente o futuro hay?

No solo le ha quedado mal a los jóvenes, sino a todos los colombianos. Nos están dejando un legado digno del “gobierno del ICETEX”:

Inseguro.
Colapsado.
Enfermo.
Terrorizado.
Endeudado y pegado a
X.

Hoy los estudiantes. ¿Mañana quién será? Un país sin seguridad, salud, educación ni justicia es un estado fallido. Hace seis meses advertí que lo peor estaba por venir. Aquí están las señales. Cuatro años más de esto y Colombia no será Venezuela. Colombia será Petrombia.

Jóvenes, no lo olviden: en 473 días escogerán un nuevo Congreso, y en 550 días un nuevo Presidente de la República.

La cuenta regresiva continúa.