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César Álvarez Política exterior

Petro, Leyva y la política exterior de Colombia

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No puede ser posible que este gobierno use la diplomacia para avanzar caprichos ideológicos que socavan los intereses estratégicos de la nación.

El jueves pasado, en la Casa de Cariño, el presidente Petro, acompañado por el canciller Leyva, recibió las cartas credenciales que acreditan a Mah Iahdih Nan como el primer embajador residente de la RASD en Colombia.

El acto protocolario, si bien es una crónica de un gravísimo error anunciado—después de todo cómo olvidar que el mismo presidente Petro restableció las relaciones diplomáticas con dicha república hace más de un año, tan sólo tres días después de su posesión—éste

tiene un gran impacto simbólico y práctico en la política exterior colombiana.

Con el completo restablecimiento de las relaciones colombo-saharauis el gobierno nacional refrenda su compromiso con la lucha por la independencia y la soberanía nacional de la RASD; corrobora el alineamiento de la política exterior colombiana con las causas de un grupo armado cuestionado por sus nexos con organizaciones terroristas activas en el Sahel. Paradójicamente, éste también expone de manera clara la miopía del gobierno al ver y entender la disputa del Sáhara Occidental. Y, por último, confirma que los problemas de la cancillería no se limitan a un tema de pasaportes.

El temor de que el gobierno convirtió la política exterior colombiana en el caballito de batalla de la RASD y su Frente Polisario no es infundado. Incidentes como el sucedido en el marco de laXXVIII Cumbre Iberoamericana, celebrada en República Dominicana en marzo de este año, en el cual el gobierno de España se opuso a la intención del presidente de Petro de incluir al Frente Polisario como observador, a sabiendas de que dicho reconocimiento está reservado sólo a Estados debidamente reconocidos por Naciones Unidas, es muestra de ello.

¿Pero por qué tanto interés del gobierno en la RASD y el Frente Polisario? El interés, primero, es innecesario. Colombia desde el año 1985 reconoce a la RASD como un Estado. Si bien desde el año 1991, el gobierno del entonces presidente Pastrana congeló las relaciones, cambiar dicha postura le agrega poco o nada, y sí le quita mucho a la política exterior del país.

Con el Reino de Marruecos, por ejemplo, le quita casi todo, por no decir que todo, y obviamente no le agrega nada. Descongelar las relaciones con la RASD significó desconocer la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental.

El área de 252,120 km2 que en 1975 España acordó ceder a Marruecos y Mauritania como parte del proceso de descolonización, y la cual es un poco más grande que el Reino Unido, entró en disputa armada por parte del Frente Polisario en 1976, luego del retiro completo de los españoles de la zona.

En 1991 la ONU negoció un cese al fuego y estableció la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental (MINURSO) con el fin de monitorear la tregua y ayudar a preparar un referéndum sobre el futuro del territorio. Lamentablemente, en 2020 el Frente Polisario reanudó el conflicto armado poniendo fin a la tregua de 29 años.

El Sáhara Occidental, por obvias razones, es un tema central de la política exterior marroquí; uno de los primas a través de los cuales Marruecos mira y entiende el mundo; y más importante aún, un entrañado tema de identidad nacional que sus más de 37 millones de habitantes toman muy en serio. Empezando, por supuesto, por el Rey Mohammed VI.

Si la decisión del gobierno de quemar los puentes con Marruecos, a costas de construir nuevos con la RASD fue tomada bajo la premisa que la nueva postura diplomática acerca a Colombia con Argelia, Irán, y Sudáfrica, los principales financiadores del Frente Polisario, el análisis costo-beneficio del gobierno deja mucho que desear.

El canciller debería exponer los beneficios tangibles que dicha decisión traería al país. Sería inaceptable, pero infortunadamente no sería sorprendente, que esto se haya hecho para fomentar el aprendizaje del persa, el zulú, y el afrikáans, aparte, por supuesto, del ya conocido suajili.

Asumir que el nexo ideológico del presidente Petro con las causas del Frente Polisario no influyó en el descongelamiento de las relaciones con la RASD, tampoco es una justificación de peso.

Si efectivamente el nexo ideológico existió, el cambio de postura diplomática es negligente y aberrante. Sólo el presidente sabrá si sus caprichos ideológicos se anteponen a los intereses estratégicos del país.

Antes de que la RASD y el Frente Polisario le vendan la idea al gobierno de abrir una embajada de Colombia en la RepúPolítica blica Saharaui, deberían darse por bien servidos. Ya descongelaron sus relaciones con Colombia, y tiene embajador residente en Bogotá.

La diplomacia es una herramienta para avanzar los intereses nacionales en el exterior. No cabe duda de que los saharauis hacen un excelente uso de ella. Lamentablemente, no se puede decir lo mismo de quienes del lado colombiano la usan para socavar los intereses estratégicos de la nación.