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En el corazón de un ególatra

En el discurso ante la Asamblea de la ONU, el narcisista por excelencia tuvo que pasar un muy mal rato, pues el pueblo no quería escuchar al Mesías. Golpeaba los dedos contra la mesa y miraba hacia atrás con una aparente serenidad que ni él mismo se creía. Por: Laura Alonso, periodista en Revista Alternativa

Gustavo Petro ante la Asamblea General de la ONU, 19 de septiembre del 2023.

En medio de una admiración excesiva por sí mismo, Petro, siendo el mismísimo Dios, prometió el cielo y la tierra a aquellos que votaran por él pero ya los dejó botados. Criticó a los políticos hasta el cansancio y fue el más politiquero de todos. Usó a la gente para subir al poder y ahora se les burla en la cara. Solo esta semana vimos a Claudia López denunciando al Gobierno Petro por excluir de transferencias monetarias a 161 mil familias que están en pobreza en Bogotá.

Las manifestaciones en su contra han sido concurridas pero las ha negado todas, así como negó a su hijo -dos veces-, niega que comete errores en sus trinos, niega que fue el creador del nombre “Paz total”, niega su responsabilidad de que Colombia esté nadando en coca, niega que las muertes a líderes sean responsabilidad suya, niega estar entregando el país a los narcos, al contrario, sigue culpando al anterior gobierno por cada detalle, aunque él lleve un año a cargo. El antiguo Pedro negacionista, se ha convertido en Petro, el negador de todas las cosas.

En el discurso ante la Asamblea de la ONU, el narcisista por excelencia tuvo que pasar un muy mal rato, pues el pueblo no quería escuchar al Mesías. Golpeaba los dedos contra la mesa y miraba hacia atrás con una aparente serenidad que ni él mismo se creía, mientras los diputados iban y venían entre risas y adelantos de cuaderno, sin el más mínimo respeto por el presidente colombiano.

Cuando por fin lo dejaron hablar, pidió dos conferencias de paz: una sobre lo que sucede en Ucrania y otra en Palestina. Y mientras pide ayuda para países lejanos, Colombia sigue bajo el ataque de los grupos guerrilleros que juegan a la mesita de diálogo y matan a los colombianos por debajo de la mesa.

La Fuerza Pública, hostigada; las zonas rurales, invadidas; las carreteras, con la delincuencia empoderada; los líderes asesinados y los asesinos como líderes; el país lleno de coca y los narcos esperando el momento en el que el “Pacto de la Picota” se cumpla a cabalidad.

Eso no es todo. Lo difícil del asunto es que todavía faltan 3 años.